El sobrino de Disney falleció justo un día después que lo hiciera su tío Walt en 1966. El legado de esta multimillonaria empresa familiar y unas cosas más.
Días atrás se dio a conocer la noticia de que el sobrino de Walt Disney, Roy Edward Disney, falleció víctima de un cáncer a los 79 años. Roy, protagonista fundamental en la lucha por conservar los principios del imperio animado, fue responsable de la compañía, accionista y miembro de la junta directiva.
El hombre fue un multimillonario con una riqueza estimada en 600 millones de dólares que le permitió comprarse su propio castillo en Irlanda, su avión privado y aquellos coches deportivos y regatas de vela que le fascinaran.
Murió un 16 de diciembre, mientras que su tío lo hizo un día antes pero en 1966 a los 52 años. Con este evento desafortunado resurge la posibilidad de repasar aquello que Walt dejó como legado, más en estos días en donde se está promocionando la nueva película de la primera princesa negra en la historia de Disney.
Disney es una verdadera empresa familiar que a través de los años se ha expandido tanto que la denominación de imperio parece quedarle chica. Todos conocen sus eternas ramificaciones en los distintos medios de comunicación, marcas, emprendimientos y ya no sólo en las producciones audiovisuales con rostro de inocencia.
Así como Walt fue el responsable de una importante tecnología de avanzada en lo referente al arte de la animación, creando películas inolvidables como Alicia en el País de las Maravillas (de Lewis Carroll) o Fantasía, también fue y sigue siendo altamente criticado por los contenidos ideológicos afines al american way of life, discriminadores en los estereotipos de raza, género, o afines a una mirada de mundo conservadora, ultra consumista y neoliberal.
El trabajo de Ariel Dorfman Para leer al pato Donald dejó una marca en lo referente a una forma distinta de mirar a Disney. El texto del autor que analiza las historias del Tío Rico surgió en pleno contexto de crítica al denominado imperialismo cultural, en donde Disney ocupaba un lugar central en el esparcimiento de sus productos, teñidos de contenido pro capitalista.
Los vínculos de Walt con el FBI así como la primera gran mancha en su vida profesional, cuando se opuso a la huelga de los trabajadores del estudio que reclamaban por condiciones laborales más justas, así como su adhesión a la caza de brujas o los vínculos con personajes fascistas, configuran un abanico negativo que contrasta fuertemente con el mundo de rosas y perfección de sus películas y sus parques de diversiones.
Otra “anécdota” es la del año 2004, cuando el cineasta Michael Moore se disponía a estrenar su excelente filme Fahrenheit 911, un documental crítico de la gestión Bush. Sucedió que la Disney intentó frenar el lanzamiento, por medio de su contrato con Miramax, la encargada de la distribución de las cintas. En ese momento, Moore interpretó que este hecho podía deberse a que la película pudiera poner en peligro las exenciones tributarias que Disney recibe en la Florida, e irritar al gobernador de ese estado, Jeb Bush, que es hermano del presidente norteamericano.
Las princesas y príncipes siempre blancos, delgados y bellos en oposición a los villanos o personajes más “bobos”, en muchas ocasiones personificados como latinos o afroamericanos, ha merecido una lista de quejas a lo largo del tiempo. Si uno volviera a ver las películas, podría observar por ejemplo cómo en el Rey León en su versión en idioma original, los leones tienen acento inglés y las hienas (malvadas, manipulables y hasta un poco deformes) afroamericano. Además del sentido general del ciclo sin fin de la existencia animal (pero humanizada) de la vida, en donde la jerarquización de especies está delimitada como si fuera algo “natural”. Lo mismo en Hércules, donde los Dioses del Olimpo hablan un perfecto “british”, mientras que el malvado Hades tiene el acento de las clases bajas de Nueva York. Mientras que las mujeres que salen del estereotipo de débil y aria princesa son Pocahontas, Mulán y Jazmín (árabe), aunque no están incluidas en la serie destinada niñas “princesas”.
Pero este año, y por primera vez Disney estrena su película La princesa y la rana, justo en el año en que el primer presidente negro asume la presidencia de los Estados Unidos. Aunque esto podría significar un cambio interesante, ya se manifestaron algunas acusaciones de disconformidad.
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